Hay mucho ajetreo en el avión. Alrededor todos hablan español y hablan de los controles de seguridad del aeropuerto, las carreras hacia la puerta de embarque... Papá y mamá sonrientes me recogen del aeropuerto.
Un perro agitado abre la puerta y da saltos sin parar para darme la bienvenida. Al llegar me espera mi querida hermana y un manjar en la mesa: lenguados, coquinas, jamón, queso en aceite... todo cocinado con cariño. Deshago la maleta nada más llegar, algo que saca a Carmensita de quicio, pues la suya puede estar casi un mes en el cuarto deambulando. Por la mañana abro la ventana y casi no puedo abrir los ojos. Me deslumbra un cielo azul. Hace frío, pero no demasiado y por supuesto, no llueve, ni hace viento. Los demás se marchan a trabajar y estudiar y yo organizo mis quehaceres y recaítos. Al pasear al perro los currantes de la urbanización me saludan cariñosos y me preguntan por mi año. La gente es cálida. Voy a Mercadón y huele a jamón. Mi mamá me lleva de compritas. Por la noche, cenita con algunos de mis amigos íntimos en la mítica choza manuela. Mañana un poquito de facultad para recoger libros y saludar a la gente. He vuelto a casa, contenta de estar aquí, pero más aún de que tras navidad mi experiencia continuará. Feliz navidad.
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